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Ilustración homenaje al centenario de Roald Dahl – 2016
Recuerdos
La clase de cuarto estaba llena de libros por todas partes. Tenía aquel olor peculiar a adjetivos, a exóticos nombres propios y a raros adverbios; aunque claro, yo todavía no sabía que aquello era el olor de las palabras escritas. Las letras se apilaban infinitas formando torres, murallas y castillos de palabras. De alguna manera, me sentí cómoda en aquella fortaleza. El color cálido del papel viejo. La imperfección de las palabras impresas. Las motas de polvo a contraluz. –Este libro te gustará-me dijo la maestra. Era de Roald Dahl, no recuerdo cuál fue el primero. Pero recuerdo que le siguieron todos los demás. Matilda. Charlie y la fábrica de chocolate. El fantástico señor Fox.
Han pasado muchos años y he pasado muchas páginas desde entonces, pero aún sigo entrando a la clase de cuarto. Cada día abro la puerta y me asalta aquel olor, el olor de las palabras escritas. Ahora lo sé. Mi casa huele a palabras escritas.[:ca]
Il·lustració homenatge al centenari de Roald Dahl – 2016
Records
La classe de quart era plena de llibres per tot arreu. Tenia aquella olor peculiar a adjectius, a exòtics noms propis i adverbis extranys; tot i que jo encara no sabia, és clar, que aquella era la olor de les paraules escrites. Les lletres s’apilaven infinites i formaven torres, muralles i castells de paraules. D’alguna manera, em vaig sentir còmoda dins aquella fortalesa. El color càlid del paper antic. La imperfecció de les paraules impreses. La pols a contrallum. –Aquest llibre t’agradarà– em va dir la mestra. Era de Roald Dahl, no recordo quin va ser el primer. Però recordo tota la resta. Matilda, Charlie i la fàbrica de xocolata, El fantàstic senyor Fox.
Han passat molts anys i he passat moltes pàgines des de llavors, però encara continuo entrant a la classe de quart. Cada dia obro la porta i m’assalta aquella olor, la olor de les paraules escrites. Ara ho sé. Casa meva fa olor de paraules escrites.[:en]
Ilustración homenaje al centenario de Roald Dahl – 2016
Recuerdos
La clase de cuarto estaba llena de libros por todas partes. Tenía aquel olor peculiar a adjetivos, a exóticos nombres propios y a raros adverbios; aunque claro, yo todavía no sabía que aquello era el olor de las palabras escritas. Las letras se apilaban infinitas formando torres, murallas y castillos de palabras. De alguna manera, me sentí cómoda en aquella fortaleza. El color cálido del papel viejo. La imperfección de las palabras impresas. Las motas de polvo a contraluz. –Este libro te gustará-me dijo la maestra. Era de Roald Dahl, no recuerdo cuál fue el primero. Pero recuerdo que le siguieron todos los demás. Matilda. Charlie y la fábrica de chocolate. El fantástico señor Fox.
Han pasado muchos años y he pasado muchas páginas desde entonces, pero aún sigo entrando a la clase de cuarto. Cada día abro la puerta y me asalta aquel olor, el olor de las palabras escritas. Ahora lo sé. Mi casa huele a palabras escritas.[:]
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